martes, 29 de diciembre de 2009

La Otra Banda de Dudamel

Oscar Dudamel rinde homenaje a Lavoe y a Willie Colón con su trombón

Mucho sabe Dudamel de aplausos. Más de 30 años como músico lo han puesto delante del público y todos los viernes y sábados de los últimos cuatro los recibe en el local donde toca el trombón desde una pequeña tarima con La Otra Banda de Dudamel y Agraz, un grupo de salsa que tiene como plato fuerte los temas de la dupla que hicieron Héctor Lavoe y Willie Colón. Los domingos, como hoy, a Oscar Dudamel le toca estar en la otra orilla y aplaudir a su hijo de pie, como lo hacen los padres, hinchados de orgullo por un talento que, si se piensa bien, germinó en los metales de la charanga y el guaguancó. Pasadas las 10 de la noche es difícil encontrar lugar en "El templo de la salsa". Las entradas no se agotan, pero sí las mesas y los mejores puestos de La Mansión, un local ubicado en la calle 7 que cruza la avenida Bolívar de Maracay. Allí se dan cita fanáticos de la salsa "cabilla", admiradores de Lavoe y bailarines aficionados. A Oscar Dudamel en el trombón lo acompañan Charly Guzmán, un joven talentoso que con apenas 18 años muestra los dotes de su voz; Oswaldo Agraz (director musical, piano y coros), Gerardo Vargas (bajo), Vicente Guzmán (timbal), Júnior Nar-váez (bongó), Diego Camus (conga y coros), Ventura Prieto (trombón) y Jhoan Figueroa (trombón suplente). Se trata del mismo formato, instrumentos e idéntica distribución (los trombones al lado del vocalista) de la orquesta que cautivó a Oscar. Y es que la música, a menudo, entra también por los ojos. Que lo diga Oscar Dudamel, que supo que quería ser trombonista cuando vio en La Feria de la Alegría a Willie Colón empuñar su instrumento al tiempo que inflaba los cachetes. Ya es sabido, el primer acercamiento de Gustavo a la música no fue al Tchaikovski que tanto le gusta dirigir. Fue a la música que salía del trombón de su padre. Ayer, Oscar rendía homenaje a Lavoe, por conmemorarse 16 años de su muerte. "Héctor Lavoe murió el lunes 29 de junio de 1993 a las 11:45 de la mañana", recuerda con la exactitud que marcan los hechos dolorosos. Hoy, verá a su hijo, Gustavo Dudamel dirigir al reconocido cellista Yo-Yo Ma. Y antes de entrar a escena probablemente repita el ritual. Ese que Oscar cuenta con orgullo: "Antes de entrar a dirigir en Nueva York alguien le preguntó: 'Maestro, ¿qué está escuchando? ¿Tchaikovski?' Y Gustavo le respondió: 'No, Tito Rodríguez para que me dé swing'". Si alguien dijera que Gustavo Dudamel tiene una deuda de su vocación de músico con Willie Colón y Héctor Lavoe no sería desacertado. Lo reconoce su padre, quien muchas veces ha referido que la versatilidad de Gustavo se debe a que siempre escuchó música popular y clásica. "Escuchaba más salsa que Beethoven, por eso será que tiene tanto ritmo", dice entre risas. "Soy su fan número uno. Él cumplió las metas que yo, por diversas circunstancias, no pude cumplir. Hizo realidad el sueño que yo quería. Ha llegado donde a mí me hubiera gustado", revela el padre, quien ve en su hijo una prolongación suya, la continuidad, "una buena continuidad", acota. Y es que Oscar estuvo marcado por la música: no hay nadie en su familia que no tuviera habilidad para tocar algún instrumento. "Pero fui yo el que se atrevió a hacer de la música una profesión", cuenta con orgullo. En una vida marcada por la música no podía faltar un soundtrack para el enamoramiento. Fue durante la visita de El Gran Combo de Puerto Rico a Barquisimeto -a finales de los 70- que Oscar se fijó en Solange Ramírez, su esposa y madre de Gustavo. 30 años después suena en Maracay Falsaria. EI tema que lo lleva a recordar aquel momento. Gustavo Adolfo, como lo llama su madre, comenzó desde antes de los cuatro años a tocar güiro; más tarde él mismo armaba su batería con latas de galleta y cascos de seguridad. Gustavo recibió los primeros conocimientos de música de su papá, que entonces era trombonista de la Sinfónica de Lara, a quien le sobraba pasión para tocar y le faltaba paciencia para enseñar. Quiso ser trombonista, como su padre, pero su pequeño brazo no alcanzaba el instrumento. "Yo me imaginaba que Gustavo iba a ser músico", cuenta. "Le dije: 'Tienes que ser el mejor o estar entre los mejores y nunca perder tus principios ni olvidar de dónde venimos'". A los siete años Gustavo tocó el timbal con La Banda Actual y nueve años le hacía los arreglos a esta orquesta de salsa en la que Oscar tocó por 16 años y con la que se reencontrará el próximo 17 de julio, luego de otros 16 años. Gustavo se decidió por el violín, un instrumento que se ajustaba a su talla, y en casa, padre e hijo tenían la manía de estudiar caminando. Había momentos en los que uno se agachaba para que pasara el otro, para que la vara del trombón y el arco del violín no se tropezaran. Sin embargo, música popular y música académica hicieron su propio encuentro. Oscar no bate la melena, pero infla los pulmones con fuerza y en esa respiración boca a boca con su instrumento, logra sacar lo mejor. Oscar habla de su orquesta con el mismo orgullo que Gustavo lo hace de sus músicos. Ayer, Solange aplaudía el homenaje a Lavoe. Hoy ovacionará los acordes de Dvorak.

María Gabriela Méndez EL UNIVERSAL

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